Noticas de vida

Las vacaciones ayudan a aturdirte a veces, tanto que irremediablemente parecen gritarte desde adentro de los tiempos gastados “Ponte a hacer algo productivo”. Productivo para quién y cómo así qué productivo? Qué es lo que se supone debe producir el hombre en esos momentos de ocio en los que la tan conocida locha aparece y tiende a no desaparecer en un buen rato; opto por decir que somos una maquinita de constante receso, para nadie es un misterio tener un día en el que no se encuentra nada qué hacer…Te sentás en un sillón tan arqueado como un paréntesis apretando lo que nuestras madres dirían que son los riñones, y te agarra el insaciable síndrome del zapping, das la vuelta a 80 canales en menos de 20 segundos y decís que no tenés nada que ver. Dicha meditación tan profunda te lleva a buscar un “qué hacer”, el oficio casero, ése en el que no te tardas más de 15 minutos y aún te quedan 15 horas por delante en búsqueda de la verdad del día. Los seres humanos parecemos un collage de probabilidades y si nos disponemos a pensar, cada uno de nosotros tiene un plan oculto para momento de “sobras”…Algunos leen, algunos piensan (aunque no sean pensamientos decorativos para la realidad, sólo se abastecen de una extraña fiosofía), otros llaman a cuanta persona atraviesa agenda telefónica (y las conversaciones se extienden en una monotonía tan oscura como la misma intención de hablar sólo por pasar el tiempo), otros se abstraen (y parecen cultivando razones en el más allá olvidándose de las razones del más acá), otros escriben…Culpable!! Me sonrío casi como en un cuadro abstracto tratando de disculpar por una brevedad la conciencia que siempre me trae en frente de mi PC. Es increíble el tiempo que lleva escribir un párrafo por más corto que sea; no conozco la vida de un escritor real [Puesto que no considero reales mis palabras], pero mi vida ante la palabra se extiende más allá de lo que yo misma quisiera decir. Eso de sentarte y hablar con vos de lo que hacés, sentís y pensás es de locos, y quizás locura es nombre y apellido de los más brillantes de la historia de las letras.
Les confieso que esto carcome, y que en lo que a mí respecta, escribir es un signo de la más cruel de las debilidades: hablar. Si no hablás, escribís…De alguna forma te tenés que hacer entender. El problema de escribir es que hay cierta tendencia a decir de más quizás por esa supuesta teoría de que es mucho más fácil entregar una carta o enviarla antes que estar de pie y cara-cara con un personaje X de tu vida…Eso es cierto…Pero te arriesgás a que te evalúen desde cómo escribís hasta las razones por las cuales lo hacés. Más aún, una vez comenzás un párrafo o has terminado ya del todo tu “pequeña obra maestra” la determinás como incompleta porque como que le faltó alguna cosita, detalles más, detalles menos…Siempre queda algo más por decir. Es lo mismo que una conversación, sólo que escribís cuando querés y no siempre que querés podés hablar porque algo no lo permite…Que el tiempo, que el espacio, a veces le metemos la culpa al pobre bolsillo, jajaja, por Dios, quién dice que para hablar se requiere plata, si vos escupís billetes pues bueno, pero por lo demás, tristemente denominémosle excusa tonta.
En mi caso por ejemplo, amo a una dama, una hermosa señorita cuyo nombre será representación de silencios por cada día del resto de mi vida…Pero, de ella nace esto…Un sinnúmero de palabras botadas al viento con la intención de no decir nada porque ella no lee ni una sola sílaba de estos escritos; en realidad le importa si yo estoy o no estoy viva. Qué se puede hacer más que brindarle al tiempo un poquito de llanto de vez en cuando, nadie ha muerto por llorar, aunque me asusta pensar que sí hay quienes han muerto por amar.

Así que por hacer algo productivo o no productivo no es por lo que te levantás cada día y decís asombrado “me desperté”, no!. La realidad de una producción propia es aquella en la que te inmiscuís vos mismo en lo que sentís y hacés algo con la finalidad de demostrarlo, sea a vos mismo o a alguien más, el caso es que sintás por dentro un fresquito siempre que digás algo porque soltaste un perro que andaba jodiéndote tus paredes internas a punta de colmillos y garras. Lo importante es la existencia y lo que a ella se liga, no las banalidades del mundo oscuro y su materialismo tan nato (que a veces asusta). El valor de los detalles que caracterizan al ser como tal, no los detalles que lo adornan para los ojos de los que miran.

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