Una sonrisa

Me gusta pensarte con tu sonrisa enloquecedora y al tiempo tan loca como tu traviesa alma; capaz de recorrer en segundos cada pequeño resguardo de tristeza presente en la misma habitación.
Ésa risa que se transformaba en un telescopio a través del cual era sencillo atravesar las barreras del tiempo y del espacio para llegar a un mundo nuevo dado sólo por ti y brindado sólo hacia ti, en el que todo era posible bajo la condición del amor que nos merecíamos, un mundo en el que sólo te veía a ti porque las efímeras predilecciones del cotidiano no eran más que nimiedades absolutas sin la capacidad de absorbernos o de tan siquiera probar algo de nosotras.
Hay demasiadas sonrisas por contar, y tu rostro reflejaba por ellas miles de fantasías por vivir y muchas otras por pensar…Historias por compartir, historias que se resumían y dejaban el plural en un singular representado por dos en una única historia, un dos que se resumiría luego en uno.
Eras una fuerza renovadora, te comparo con un huracán que a su paso logra destruir y casi reconstruir, porque luego del desastre obliga a ordenar de nuevo, y eso hacías…Construir y destruir, renovar y ordenar cada pequeño centímetro de quien te ama incondicionalmente y de quien, a través de los años te encuentra encantadora incluso por gestos que ya no logro reconocer porque no les he atestiguado.
Soy testigo ciega de tu existencia, y de esos resplandores que de ella partían –tiempo atrás- hacia mí…Es intentar coordinar los desgastes de luz con sus ganancias bajo una alfombra oscura, tratando de adivinar hacia qué punto destinan sus viajes; es irónico decir que te veo, es patético apoyarme en argumentos que basan su estabilidad en realidades inexistentes…pero te veo, en tu simplicidad y al tiempo en la complejidad que te hace tan humana como a mí, y de la nada, sanas las heridas que han quedado por tu ausencia y me siento renacer.
Es difícil aceptar un sentimiento de dicha cuando estás tan vacío por dentro, y lo es mucho más, cuando te golpeas estruendosamente contra el suelo para despertar y decirte a ti mismo que estás soñando…Y sueño, sí; y me valgo de lo que veo de ti cada noche y cuando quiero simplemente dibujarte, para alcanzar momentos que manejo como propios para aparecer y desaparecer a mi antojo…Soy dueña de ellos, y aún cuando me roban suspiros y electrocutan mis ganas con rayos de cierta melancolía, te sonrío yo igual, a lo lejos, en un sitio para ti olvidado, en un sitio que yo aún ocupo y en el que tu sonrisa, o mejor, el recuerdo de ella, mantiene cálido el pensar hasta que regrese a la realidad de la que escapas.
Una sonrisa tuya me ha bastado para enfrentar los días de suicidios inminentes de estas palabras, que quizás deberían pertenecerle a un sentido figurado similar al odio, pero que residen aún en los aires que recibía de ti siempre que tu rostro dibujara mi mundo por unos cuantos segundos.

Es un mundo que abandonaste, y es mi mundo ahora, tan propio como el aire en mis pulmones, pero a la vez tan ajeno como el pulso de mi corazón…que mío, ciertamente no es.
Tu sonrisa aquí me pertenece, quizás por eso no me abandono, no te abandono, y no abandono el mundo nuestro que es ahora mío, 
                                        …mientras mi corazón es aún tuyo.