Le aseguro mi señora,...que no la reconozco. Que las personas sí cambian, y que usted cambió tanto que ya ni su sonrisa se le parece a la de antes. Le confieso además, que no la amor a usted, sino a lo que pensé que era...a la mentira justificada que tanto se molestó en mostrar.
Le aseguro, señora mía -y no mía- si usted pudiera leer mi mente, hoy, como cada día, también lloraría conmigo.
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