La soledad patina por los tejados,...guiada por la tenue luz del atardecer, se desliza, se apodera del viento, del tiempo, de mí. La oscuridad tienta al tiempo, encogido de hombros, falto de razones, ausente, sensible, etéreo, o quizás, eterno.
Su fotografía se pierde cada día, cada noche,...con cada lágrima, con cada esperanza. Sonrisa pequeña que me tienta a volver la mirada, a buscarla,...a recoger estos pequeños segundos perdidos y armar un infinito con ella, en ella.
Soy yo la que se mueve lentamente,...me elevo sobre los rascacielos, pinto de otoño la tierra,...nubes, lluvia, frío, sombras. Todo tiembla con timidez en mí y sobre mí. Parajes escondidos de mi alma se rompen, y de mí emana cada invierno, cada noche triste, cada melancólica melodía.
Su cabello atiborrado, sus dedos negados a la anatomía, labios carnosos, ojos pequeños, mejillas tibias y suaves,...pequeña, tan pequeña. Ella es el rascacielos sobre el que flota mi alma...sobre el que se desliza mi soledad.
Ella es finalmente...sinfonía, Trifonía, armonía, melodía...la razón por la que mi esencia -y mis brazos- nuevamente sangrarían.


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