Dos años...una vida entera

No quiero hablar bonito,o elucubrar un eufemismo que me lleve a hacerme sentir...hoy no. El día de mañana, 24 de mayo, se cumple el segundo aniversario de mi primer intento de suicidio. Una situación casi caricaturesca, de la que varias personas se supieron lucrar...y no, no hablo de dinero, hablo de las circunstancias que les favorecieron para luego desfavorecer la que sería la continuidad de mi existencia.
Si me remonto al 2015, me veo como una persona enteramente fracasada. Sin trabajo, sin dinero, en una lucha interna por conseguir un logro académico que nunca llegó, con el corazón desbordante de amor hacia alguien que se dio bien servida de mi situación. Llegaban las 4 de la tarde, el día anterior la había visto en un lugar público, en medio de un concierto, le hice un ademán con la pierna con el ánimo de que se fuera del lugar, pues no quería que me viera en compañía de quien me estaba destruyendo la vida, desde un punto de vista físico y material. No se fue.
Al siguiente día, llegadas las 2 de la tarde, quise salir a caminar...estaba en casa de quien atormentaba entonces mi vida, y sólo pedí un momento a solas. Ante tal petición, ella consideró -no muy alejada de la realidad- que se debía a haber visto al otro personaje el día anterior. Me dejó en la calle. Mis cosas estaban en su casa, no tenía dinero, no tenía comida, no tenía las llaves de esa casa...no tenía nada en mis manos.
Recuerdo que me senté bajo el sol, en una escalinata de cemento...y entonces, todo empezó a desfilar por mi cabeza: Había perdido mi trabajo por una lesión provocada a mi espalda; había perdido a mi novia, a mi prometida...porque ella había decidido en un elegante circuito de mentiras, que yo no era suficiente...me mantuvo en una vigilia constante durante casi 9 meses...Llovieron sobre mí culpas que no me correspondían, hablaba mal de mí a todas las personas que nos conocían, destinó la razón principal de la finalización de la relación sobre mi cabeza; cada persona cercana a ella me empezó a mirar con desdén, con desprecio, con rabia...me humilló, se aprovechó de diversas circunstancias...me llamó "una en medio de todo un ramillete de opciones"...se largó. Mi familia se había roto; yo estaba rota; después de que ella me dejara me destruí por completo...me rompí...todo lo que era, todo lo que fui, se vio por completo reducido...Nadie con mis apellidos me hablaba, llamaba o escribía; mis amigos desaparecieron uno a uno...
Así que mientras el Sol caía sobre mis hombros, mi vida pasó frente a mis ojos...todo un carnaval de cosas y personas perdidas...el desconocimiento de mí misma, la caída de mi ser en un abismo del que no me había recuperado (del que aún hoy, no me recupero)...Entonces, miré mis manos. Recordé una clase de anatomía en la Universidad, nos habían explicado la forma adecuada de realizar un corte para lograr el objetivo de morir a través de un simple movimiento vertical sobre la muñeca. En mi cabeza empezaron a crearse miles de recuerdos, mi familia, mi mascota, lo feliz que era cuando estaba ella...lo perdida que quedé cuando ella se fue...y entonces, todo empezó a girar entorno a su nombre: Los tantos desplantes, las mentiras, la humillación, el descaro, la falta de vergüenza, el desamor...y esa cancioncita...la canción del petirrojo, rondando sobre mi cabeza, repitiéndose una y otra, y otra vez...
Me levanté, y corrí hacia una estación de policía...les pedí que me acompañaran a la casa donde se encontraban mis cosas...allá me llevaron, y entré. En medio de mi desesperación, de mi impaciencia por llevar a cabo lo planeado, necesitaba de un empujón, de otro motivo...de algo más que me llevara al límite...así que accioné un mecanismo infalible, provocar un insulto. Empecé a recibir comentarios acerca de lo mala persona que soy, perra, hija de puta, malparida, conchuda, desagradecida, sinvergüenza (me disculpo por el contenido grotesco de esas palabras, las remití textuales)...en fin...palabras que llovieron sobre mí como una bendición...tomé un cuchillo, empecé a cantar...cerré mis ojos y realicé el primer corte. No fue suficiente,...comencé a llorar, a cantar más fuerte, cerré de nuevo mis ojos, me sonreí, y entonces, el segundo corte unos milímetros más abajo del primero...más profundo; sentí un corrientazo a lo largo del brazo, y empezó a brotar sangre...por fin.
El cirujano encargado dijo que me salvé por un poco menos de un milímetro...gran falla de cálculo. Quise desaparecer, y lo hice a mi manera...pensando en ella, con su mirada fija sobre mí, sonriente -ausente, claro está- su cancioncita repitiéndose...y un llanto debidamente merecedor del momento.
Así que...me salvé. Me salvé para verla ingresar al hospital y escucharla de nuevo jurándome amor eterno...ahora la eternidad (entiendo) dura dos meses...luego, te volvés desecho, no servís, y de nuevo te intentás clavar un cuchillo sin lograr nada más que ponerte en ridículo a vos misma...y salir -de nuevo- ilesa.
Curiosamente, ella creía que yo no escuchaba audios, que no leía correos, que no recordaba nada...ella no sabía, y nunca reconoció que era mi vida entera, mi universo. Jamás entendió por qué quise acabar con mi vida...nunca me lo preguntó. Ahora, sigo siendo el resumen de lo que no era...un intento de persona...y ella me juzga...aprendió a hacerlo...y, entonces, yo cierro mis ojos y la veo sosteniendo un cuchillo sobre su pecho, diciéndome que no es nada sin mí...miro mi muñeca izquierda, y me sonrío...porque ella nunca hubiera apretado ese cuchillo...porque ella sin mí es...después de mí, es...y yo sin ella no soy nada.
Ahora, las que eran mis palabras de amor para ella, son de ella para alguien más...Y yo, yo sigo escuchando su voz, su canción, y la sigo viendo, día y noche...aunque no quiera, la veo...No es una cicatriz de guerra (como ella la llama)...no una que gané...es la guerra que surqué frente al mundo, frente a ella, para darme cuenta de que el amor que nos teníamos era una gran mentira fundada únicamente en lo que yo sentía, en lo que yo quería...en un gran desierto...
Una guerra que perdí...un desfile de batallas, una a una, todas perdidas...tan perdidas como yo, sin ella.
Hoy, dos años después, me veo en el espejo y no reconozco absolutamente nada de mí misma...me aguanto sus juicios, sus querellas...y mientras la escucho hablando, miro hacia mi mano y pienso...¿qué hago aquí? Y sigo sin respuesta...todo es silencio...todo es nada.
Y su voz, su canción...aún, en mi cabeza.




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