Odas y manteles

Le extendió manteles blancos a mis letras,...un paraíso de redes infinitas para deleitar los dedos,...para danzar entre suspiros y melancolías encontradas. Era la base de mi existencia,...una platea tibia de células atiborradas que invitaban a la locuaz comunión de sentir y escribir,...
El universo en regalo,...el cosmos envuelto en el detalle de quien elucubraba más de mí que yo misma.
Hojas, tapices,...el hermoso detalle bordado con mi nombre, con mis palabras,...con una imagen mía -aún desconocida-...Ella me brindó su sonrisa para detallarla entre las líneas que suponía escribiría...
Pero las palabras pueden escapar, así como el sentimiento se libera de sus raíces o de sus razones...El amor escapó...y las palabras no lo encontraron.
Soy víctima de esos espacios en blanco...de la nostálgico pero perfecto holocausto de quien escribía de amor,...soy escritora de delirios. El delirio de hallarla callada y ausente,...el delirio de encontrarla silente pero presente,...el delirio de amarla, de verla, de escucharla y sentirla,...todo, sin sentir el sabor de las letras...
La maldigo, a ella y sus intenciones, a ella y sus designios malogrados, hipócritas e innecesarios...a ella que provocó el silencio de las hojas, de las tintas, de las horas y las vidas,...esas tantas vidas que no me llenan, esas tantas vidas que no me encuentran, esas tantas vidas que no tengo, que no toco, que no respiro, que no siento...Esas, y estas otras vidas que de mí escaparon cuando ella llegó,...y luego,...luego de crear mil vidas más,...esas vidas que de mí, de nuevo, huyeron.
No escribo, no canto, no bailo, no lleno...los espacios vacíos dejaron de encantar,...ya no susurran las letras al oído, y ya las voces se silencian. Una por una se desvanecen las frases que antes de ser inocuas, envenenan...No hay un sólo texto partícipe de la alegría, de la devoción o de la locura,...no hay versos de tristeza, de odio o de razón...No queda un escrito que hable de ella...no queda uno sólo que hable de las dos,...no quedan ni sus ojos...ni sus manos, ni en la línea su voz.
Víctima del silencio que dejó...un silencio que marca día a día el reloj...tic-tac,...y hazañas de olvido enredadas en púas de amor...
Este es un silencio, no de ausencia de palabras,...sino de hallarlas perdidas, todas, una por una, vacías y muertas en un rincón. Nada habla de ella mejor que el silencio, mejor que la mano que se posa sobre la boca para ahuyentarla...mejor que la vida que abandona al soldado perdido en batalla.
No escribo ni palabras ni silencios...purgatorio fingido de tristes letras que no respiran.
Ella y el amor infinito,...ese inexistente, ese vacío...ese que no es porque no ha sido, ése que no será porque nunca fue.
Ella, el amor y las letras...las letras que confluyen en el mayor espectáculo de mutismo...Porque así es...así es todo, y todo ha sido, ha culminado.
Una oda al silencio, que sea esto, esto y todo lo demás...un recuerdo vino tinto, tibio y dulce de su mirada, su sonrisa, sus manos, su boca...y todo lo demás.
La presencia de todas las palabras al unísono...el blanco y el negro de los colores,...la ausencia y presencia de las notas que caen rendidas, y de las letras que yacen apagadas...Oda a ella y a no escribirle,...
Oda a ella, a la muerte de la que me guardó,...
Oda a ella, a la vida que me regaló...
Oda a ella, a la muerte infinita en la que me dejó.
Triste convencimiento de que el infinito llenaba cualquier corredor,...vaga razón...vago, vago y triste amor.


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