No pienso que volverá,...todo lo contrario, estoy segura de que se ha ido y que su interés en mi rostro es tan lejano como yo de mí misma.
Soy un recuerdo -para ella, para mí-
Soy la palabra que no se dijo, el perdón no concedido, la memoria descompuesta, el reloj...soy el reloj.
Soy el segundo eterno entre un silencio y otro...soy cada hora, minuto, día...soy el tiempo, y el tiempo fluye a través de mí...
No son arenas azules, nunca lo fueron (digo)...no hay ninguna estampa para atravesar este espacio, no hay alas -ni rotas- para intentar un vuelo...
Soy el tiempo que simplemente cae, salpica, se hunde, siempre hacia abajo, sólo hacia abajo...penetra en la tierra...agujero, vacío, ópalo...
Soy el fin.
Noches largas,...el tedio se reparte en las horas que gotean y aturden, lentamente, mi espalda. El peso del tiempo es grande y su sabor amargo. La textura de las uvas fermentadas ha desaparecido de mi lengua, el cigarro escaso me recuerda la soledad...esta soledad tan mía, tan propia; soledad de la que me he adueñado, nombre y apellido le siguen, porque no responden a nadie más, o al menos no a ella, a esa otra ella, a la que se fue, a la que yace felizmente sobre un aposento tibio...el bello regalo del amor correspondido,...ése en el que no duermes nunca solo aunque una sola cabeza descanse sobre la almohada. Ella, sola, pero tibia,...yo, condenada a un infierno de hielo, nieve y hastío...condenada a esta cama, a esta sábana congelada, a esta solitud, ausencia o delirio,...delirio que llega en una fiebre nocturna recordarme que ella no está sola mientras yo trato de dormir muriendo marchita frente al espejismo de su cuerpo frente al mío, sin tocarla, sin abrazarla, sólo viendo,...esclava de un infinito que nunca llegó...y la sepia se la lleva, siempre, en algún momento, se la lleva, porque no pertenece a esta imagen, sino a esa otra donde alguien más la espera, mientras yo me tiento a salir en búsqueda de lo ajeno, de lo no-mío...de la ella que se ha ido...
...de la noche tibia...

El infinito finito de un amor en clausura,...Perdido en el metal y roído por el tiempo, náuseas, escozor, y ese palpitante y creciente asco,...pena de no volar, pena de muerte, pena de encierro, pena de tristeza, pena de ira, pena de vacío...pena, es eso, es pena. Moho que roe las esquinas y se acercan a las alas,...alas que no abren,...plumas adheridas al cuerpo con esa baba del tiempo...salpica el segundo a cuenta gotas, era una, ahora es éter, caldo de flores marchitas, de ese vomitivo espanto afluente del pecho. Retrato de estrellas fútiles, sin brillo, sin vida...un pantano fétido sobre el que se levantan pies cansados, el estandarte de lo fútil, de lo negado, de lo frío y lo ausente. Pájaro triste encarcelado, inmóvil, estático, absorto, perdido, deshecho,...agónica dulzura que provino de su aire, tan fuerte que lo hirió, tan dañino que lo mató...mueca persistente es su sonrisa rota y aún quebradiza...lágrima congelada cerca a su párpado,...pupila en pretérito...un suicidio en tándem...repetida muerte para la lejana alegría,...metal y agua nunca convivieron...pero llora en su jaula...perdido y ciego...herido y a solas...atado al olvido que ha olvidado olvidar...sólo mira, perdido en su mundo, solo mira...mirar de lejos, mirar a oscuras, mirar extraño...presencia ausente...agonía, Oh! agonía que le inunda poco a poco lo que le queda de vida.